lunes, 25 de julio de 2011

Unamente-ensilencio

La puerta permanecía cerrada, confundiéndose con la oscuridad del entorno.
Al otro lado; el entarimado se extendía, en línea recta hasta las cuatro paredes que delimitaban brevemente la habitación.
Era de noche, pero la luz de una farola vigilaba como una amante celosa, tras la persiana (bajada solo hasta la mitad). A ras del alfeizar, descansando sobre un mueble aparecía su música, su instrumento... que sufría la divergencia entre luz y oscuridad, y percibía un abismo que aparecía y desaparecía entre cada tecla.


De la misma forma la luz, o la ausencia de esta jugaban con el tono de las paredes, y de donde el día hacía blanco, la noche hacía gris, o negro, como más le divirtiera dibujar la estancia, siempre caprichosa. En ellas los recuerdos se amontonaban en forma de entradas de conciertos, o de cine, chapas, fotografías, posters, cuadros, pinturas y creaciones en general.


Como en una cascada, podías recorrer la pared sin dejar de ver color, hasta toparte hacia la mitad con una mesa. En ella, podías encontrar un sinfín de infinidades. Desde una caja repleta de chicles, un ordenador... Unos altavoces, que se ocupaba cuidadosamente de apagar antes de irse a dormir para que no perturbe su sueño con su piloto azul... El envoltorio de un chicle, los restos de un incienso prendido. Un poco de aceite de aromas, sobre una vela a medio fundir.
La carátula de la película que acababa de ver. Un bolígrafo, algunas motas de polvo, e incluso a veces también se encontraba un abono y un móvil, o una mochila a los pies de la cama.


En el suelo se confundía la figura de un par de zapatillas, de gran tamaño (al menos visto desde mis ojos), y siempre colocadas sobre un pequeño soporte de madera, justo a los pies. Allí se imponía la cama. Que tenía un acabado en madera, con un toque clásico.
Había una almohada, y dos cojines, cuyas fundas eran de rayas entrecruzadas. El calor viciaba la estancia. Su silueta estaba -debido a su longitud- casi cruzando la totalidad de la cama.
 De frente al techo, con los ojos cerrados, como en paz, entonces su cuerpo se agitó brevemente, como en un espasmo, y una sonrisa le asomó la comisura de los labios -sin saber por qué- y sin abrir los ojos, volvió a dormirse sin más.


Con el teléfono sobre el asiento de la silla que tenía justo al lado de la cama, y que hacía las veces de mesilla...
Sonó el despertador del móvil, cuando pasaron suficientes horas para que pudiera abrir los ojos de nuevo, pero en lugar de levantarse, estuvo alargando la alarma una y otra vez, dando vueltas en la cama.
Hasta que en un momento, cuando volvió a sonar la alarma (que por cierto, era una canción).
Se levantó sin más, sentándose primero en la cama, sin prisa pero sin pausa, y rascándose la espalda justo debajo de las costillas se encaminó al pasillo.
Se dio una ducha acompañado de la música del ordenador, y desayunó brevemente. Después salió de casa, dejando la puerta tras de sí, apenas tirando levemente para no hacer ruido al cerrarla.


Y tras bajar las escaleras, dar un paseo disfrutando de la brisa de la mañana, y hacer todo cuanto tuviera que hacer en ese momento, como él siempre hacía...


 Después simplemente empezó a escribir este blog.

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